jueves, 27 de mayo de 2010

La manchita

Recuerdo aquella celebración de comunión de alguno de mis primos. Yo era bastante pequeño, pero se ve que ya por entonces tenía fijación por los paquetes de los hombres. Mi tío volvía del baño y  enseguida me percaté de las dos manchas, dos pequeños círculos oscuros, que había en el pantalón de su traje color gris claro.

No he olvidado aquella visión tan simple y que imagino que me abrió, como otras muchas, al mundo del fetichismo, a la búsqueda recurrente de imágenes y situaciones que alimentasen mi personal visión erótica del mundo.

Aquí expongo dos fotografías de paquetes con manchas, máculas que pudieran ser de orín, pero también pudieran ser de lefa o incluso ni lo uno ni lo otro. Pero yo deseo que tengan su origen en una  corrida, porque así, como obseso sexual que soy, podría imaginarme que estos individuos acaban de vivir una experiencia sexual furtiva, sucia, escabrosa. Me pone elucubrar que no han podido resistirse a correrse debido a un roce en el metro, a que le han metido mano en unos servicios o que el viaje en el ascensor ha sido demasiado placentero. En cualquier caso, estos tíos van con su manchita bien visible y parece no importarles, algo que los convierte para mí en unos cerdos irresistibles.




martes, 25 de mayo de 2010

Evolución

Estoy arrodillado ante ti. Mis manos ascienden despaciosamente peinando los vellos de tus muslos. Frente a mis ojos, a tan sólo un palmo, crece el trozo de carne entre tus piernas. Ardo en deseos de introducir la lengua entre los pliegues de la tela. Sólo quiero acariciar, humedecer con la puntita ese capullo a medio despertar.

















jueves, 20 de mayo de 2010

Nucas

Las nucas de los hombres con un buen corte de pelo se me antojan irresistibles. Puedo quedarme embobado mirando la nuca de un tío, ya sea en la cola de la caja del súper, porque se siente delante de mí en el autobús o porque me lleve unos cuantos pasos por delante al ir caminando por la calle.

Así que se me van los ojos tras las nucas masculinas, pensando que podría besarlas, incluso morderlas, cuando me esté follando al maromo por detrás.






martes, 18 de mayo de 2010

Culos

Veo ese culo y me entran ganas de frotarme contra él; no de follármelo, sino de arrimarle la polla cual abuelo cebolleta.

Sería fantástico acercarme a ese tipo y ponerle el paquete entre las piernas, así sin más, mientras continúa observando el paisaje. Seguro que tiene el culo calentito, sudado por la caminata, ¡qué tentador!

Creo que no tardaría nada en correrme, sólo por el contacto, por lo morboso de la situación, y quizá mi amigo desconocido pasara a tener un lamparón de humedad en su impecable pantaloncillo azul.



¿Y por qué tenemos que conformarnos con un solo culo?
















jueves, 13 de mayo de 2010

Biberón campero

Serán el sol, las plantas, los colores vívidos de la naturaleza, pero cada vez que vamos al campo te pones muy cerdo. Al ir caminando por alguna de nuestras rutas privadas, llega un momento en que me coges de la mano y aligeras el paso; entonces ya sé lo que quieres: tu urgencia repentina te delata a y a mí se me empieza a poner muy dura.

Me encanta verte bajo el sol, observarte cómo te despojas de la ropa para mí. Siempre te pido que te desabroches los primeros botones del vaquero y que interrumpas por un instante el despelote; tus manos van recorriendo la cinturilla del pantalón y esa pose me resulta muy de macho, con ese torso desnudo, tan viril, lleno de pelos. Y es que te estás poniendo como un toro.

Luego continúas bajándote el vaquero para mostrarme tu paquete a punto de estallar dentro de los calzoncillos, blancos, por supuesto, como sabes que a mí me gustan. Hum... cómo me pone que uses calzoncillos blancos: hacen que se te semitransparente el capullazo. Hum... me acerco y te lo huelo. Huele a polla, a hombre, a orín de macho.

Te vuelves agresivo, dominante. Me restriegas el paquete por la cara y no tengo más remedio que pedirte que me des ese biberón de a litro; que quiero bebérmelo entero, llenarme la boca con toda su leche caliente y espesa.

Eres muy cabrón, y lo peor es que lo sabes.









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Tíos meando (4 de 4). Alejando el chorro

pissing men

Se trataba de ver lo lejos que éramos capaces de hacer llegar los chorros de nuestras meadas: son ese tipo de cosas que uno hace al haber tomado más cervezas de la cuenta y, sobre todo, al ser consciente  de que se empieza con los juegos y se puede terminar pillando cacho de alguna manera.

Cuando llegó su turno la borrachera le hacía reír como un idiota. Permanecía en pie, como un pasmarote, las piernas abiertas, la cadera levemente inclinada hacia adelante y la polla fuera. Pero no meaba. Lo cierto es que yo no podía dejar de mirar aquella verga jíbara, como de bocado, pensando cuánto me gustaría tenerla entre mis labios. Me estaba impacientando y fue cuando le dije que si tenía que ayudarle a mear. Él sólo me miraba, sin dejar de reír de aquella manera tan estúpida. Fue su cara de bobo la que me envalentonó para colocarme rápidamente tras su espalda.

Con la mano izquierda me aferré a su pecho, con la derecha me hice con su polla tras propinarle un manotazo. “Venga, a ver si ahora eres capaz de mear”. “Pero qué haces, tío”, balbuceó, soltando otra risotada. Yo ya había empezado a manipular aquel pedazo de carne en hibernación. “Quiero que mees para mí”, le dije, acercándome a su oído. “Quiero que mees o, si lo prefieres, que te corras en mi mano”. Ya no dijo nada más. De su mano izquierda se desprendió el botellín de cerveza a medio terminar; el cristal calló al suelo generando una mancha de vidrio y espuma amarillenta.

“¿Te gusta lo que te hago, cabronazo? Quiero que se te ponga dura.” Sólo me respondieron unos leves jadeos, mientras sus manos ebrias empezaron a discurrir sin sentido por mi cuerpo: igual se aferraban a mi nuca que trataban de agarrarse a mi culo, en esa postura incómoda que manteníamos y que a veces nos hacía perder el equilibro.

Había pensado que el alcohol impediría que aquella polla se pusiera dura, pero me equivoqué. Conseguí desabrocharle el pantalón y sin dejar de pelársela mi mano libre buscó sus huevos peludos, calientes, que se retorcieron fácilmente entre mis dedos. La docilidad de aquel tío me estaba poniendo como una moto. Podía hacer con él lo que quisiera, por eso me bajé los pantalones, me escupí en la mano y le transferí al culo toda la humedad que me fue posible.

Cuando sintió mi polla trasteando entre sus nalgas, el muy cabrón arqueó el cuerpo hacia adelante: se abría el culo con las manos mientras yo lo sujetaba por las caderas, que sólo desatendí para ayudar a mi verga a encontrar el agujero negro del placer.

Y cómo se movía, cómo arrimaba el culo para que se la metiera hasta el fondo...

martes, 11 de mayo de 2010

Tíos meando (3 de 4). Tu mirada



Tenías a otro tipo meando en el urinario de tu izquierda, pero no te importó cuando me utilizaste para hacerte una paja. Mientras me lavaba las manos podíamos observarnos en el espejo. Tenías el cuerpo inclinado hacia delante y era evidente que te estabas frotando la verga con la mano derecha. No podré olvidar cómo me mirabas, mi querido amigo desconocido; cómo te servías de mí a conveniencia a través del espejo, con aquellos ojos lujuriosos y aquella boca entreabierta, encarnada, desde la que veía escapar sordos gemidos de placer.

Pissing men

jueves, 6 de mayo de 2010

Tíos meando (2 de 4). Os escucho mear

A veces, cuando espero mi turno en los servicios de cualquier lugar público, me gusta poner atención a los sonidos que me llegan desde el otro lado de la puerta: es una forma perversa de espiaros a placer sin que os deis cuenta.

Me llegan los carraspeos al aclararos la garganta, algún aire que se os escape y el subir de vuestras cremalleras cuando habéis terminado de mear. Incluso puedo saber si os habéis lavado las manos o, por el contrario, habéis dejado el olor a verga impregnado en vuestros dedos.

Luego abandonáis el cubículo para cederme mi turno; entonces vuestros ojos se cruzan un momento con los míos, sin que podáis sospechar que he puesto tamaño a vuestras pollas, sólo prestando atención al ordinario sonido de vuestro chorro al estrellarse contra el fondo del wáter.












pissing men

martes, 4 de mayo de 2010

Hombres de barrio 3













Hombres de barrio 1

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Tíos meando (1 de 4). Os veo mear.

Cómo me gusta veros mear. Aunque me deis la espalda y no os pueda ver la verga, me excita sobremanera el solo hecho de contemplaros dándome el culo, con las piernas levemente abiertas y las manos unidas, en ese momento de sujetaros vuestros cipotes en el acto de la micción.

Qué placer contemplar vuestras caras de alivio al vaciar la vejiga, y más si vienen acompañadas de un gran chorro amarillo y sonoro estrellándose contra el suelo.









sav


pissing men

Te he visto, chiquitín.


Enlace
La foto la he tomado de aquí.

Sí, te vi en el Bacchus, en Torremolinos, la noche del viernes 23 de abril. Llevabas una sudadera gris con capucha. Me pareciste tan chiquitín, tan gracioso... Lo que no sabía es que tuvieras esos pelines tan monos por todo tu cuerpo...

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