Cuando me gusta un hombre siempre deseo verlo en calzoncillos. La imagen de un macho en ropa interior me evoca virilidad, mucho más que cuando su sexo aparece totalmente desnudo. A veces los calzoncillos hacen que el paquete luzca constreñido, apretado y, en definitiva, más pequeño; otras lo realzan; y otras la delgada tela, que lo hace opaco a la mirada, acentúa el morbo y las ganas imperiosas de liberarlo de su cárcel de algodón para contemplarlo, olerlo y sobarlo en libertad.
Me vuelve loco ver a un hombre en calzoncillos, y aún más si estos son blancos, de algodón, como los de toda la vida. El color blanco es mi preferido porque, en mi opinión, es el que mejor define y potencia las formas: como las pollas circuncidadas, cuyos capullos se aprecian perfectamente, si la tela aprieta un poco; o los huevos, sobre todo si están colganderos, que quedan recogidos en la bolsa de algodón y en ocasiones aparentan ser mucho más grandes que su tamaño real.
Así, una imagen cuya observación me produce placer extremo es la del hombre agachado hacia delante, de modo que desde atrás se le pueda ver la bolsa de los cojones reposando en los calzoncillos ya gastados y holgueros.
A diferencia de los slips, los calzoncillos cuentan con la bragueta que, si bien ya casi nadie utiliza para mear, propicia el morbo cuando la polla se escapa por ahí en las erecciones nocturnas.
Los calzoncillos deben sujetar, pero no apretar mucho, ya que de lo contrario deslucirían el espectáculo de la erección o se transparentarían demasiado cuando estén mojados; y, en este último caso, lo que interesa es que la humedad aporte una última vuelta de tuerca a la insinuación. Como suele decirse, lo importante no es enseñar, sino mostrar a medias.
Y no voy a extenderme más, pues de todas estas cosas y algunas otras hablaré en las siguientes entradas.
Me vuelve loco ver a un hombre en calzoncillos, y aún más si estos son blancos, de algodón, como los de toda la vida. El color blanco es mi preferido porque, en mi opinión, es el que mejor define y potencia las formas: como las pollas circuncidadas, cuyos capullos se aprecian perfectamente, si la tela aprieta un poco; o los huevos, sobre todo si están colganderos, que quedan recogidos en la bolsa de algodón y en ocasiones aparentan ser mucho más grandes que su tamaño real.
Así, una imagen cuya observación me produce placer extremo es la del hombre agachado hacia delante, de modo que desde atrás se le pueda ver la bolsa de los cojones reposando en los calzoncillos ya gastados y holgueros.
A diferencia de los slips, los calzoncillos cuentan con la bragueta que, si bien ya casi nadie utiliza para mear, propicia el morbo cuando la polla se escapa por ahí en las erecciones nocturnas.
Los calzoncillos deben sujetar, pero no apretar mucho, ya que de lo contrario deslucirían el espectáculo de la erección o se transparentarían demasiado cuando estén mojados; y, en este último caso, lo que interesa es que la humedad aporte una última vuelta de tuerca a la insinuación. Como suele decirse, lo importante no es enseñar, sino mostrar a medias.
Y no voy a extenderme más, pues de todas estas cosas y algunas otras hablaré en las siguientes entradas.
Me gustaria ver una foto de un corder de calzoncillos blancos secandose al sol.
ResponderEliminarBuena proposición; es una imagen que a mí me da mucho morbo...
ResponderEliminarUn beso
Yo también tengo obsesión por los calzoncillos, especialmente los blancos y con bragueta porque ellos son la prenda que más cerca están de las partes íntimas de un hombre.
ResponderEliminarMe gusta mirarlos y olerlos buscando el olor a sudor, semen, orines y a culito, especialmente si son de un hombre que me atraiga sexualmente.
Conrado: Siento la misma obsesión tuya por los hombres peludos (no tan maduros) y por sus calzoncillos. Me gustaría entrar en contacto contigo porque tengo muchas historias sobre este tema que me gustaría compartir contigo. Escríbeme personalmente a: jotaernesto@hotmail.com
ResponderEliminarMe gustan los calzoncillos slips y me desesperan que sean blancos
ResponderEliminar