Esa mano con reloj oculta imperdonablemente el paquete del señor del tatuaje. Sin embargo, lo que sí podemos apreciar son sus tremendas tetas, que se me antojan perfectas, con esos pezones pequeñitos y ese canalillo de vello oscuro que parece dividir simétricamente sus pectorales. Pero quita de ahí esa mano, hombre.
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Hum... vaya con el bultito que le asoma a este velludo durmiente, un bultito que resulta perfecto para el mordisco.
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Lástima que esta imagen carezca de la nitidez suficiente para poder apreciar el pedazo de paquete que gasta el amigo de la cocina. Por cierto, ¿os habéis parado a pensar la cantidad de cosas de esta parte de la casa con las que se podría pasar un buen rato de sexo? Se me ocurren un montón de juegos que practicar, sobre todo con los alimentos: algunos podríamos utilizarlos como dildos, para metérnoslos por el culo; otros, sobre todo los untuosos, resultan perfectos para embadurnar cualquier parte del cuerpo. Me estoy imaginando una polla cubierta de yogur, unos huevos rasurados bañados en nata líquida o un ojete sobre el que hemos dejado caer un fino pero continuo hilo de leche condensada. Hum...
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Vaya cara de bruto y de máquina folladora. Los calzoncillos le quedan perfectos, sobre todo porque le marcan ese pedazo de capullo.
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Este gordito me encanta. Menudos brazacos. ¿Será capaz de verse su propio paquete bajo esa barriguita peluda? Cómo me gustaría arrancarle esos calzoncillos, estar bajo su cuerpo y sentir sobre mi espalda, en cada envestida de su polla, el peso de su barriga chorreante de sudor.
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