domingo, 1 de marzo de 2009

Secuestro




¿Quién no ha tenido alguna vez la fantasía de que era posible secuestrar a alguien, a ese alguien de quien nos morimos por mantener un encuentro sexual y del que estamos seguros de que nunca se va a interesar por nosotros?

En nuestra imaginación todo parece muy sencillo. Ahorrémonos pensar en cómo sería el engatusamiento, el transporte consentido o no de nuestra víctima hasta el lugar donde cometeríamos la fatal fechoría. Por supuesto que dispondríamos de unas cuerdas a mano y de la fuerza suficiente como para reducir al pedazo de tío que nos hemos conseguido.

Empezamos a quitarle la ropa, muy despacio, poco a poco. Imaginad cómo sería ver en calzoncillos, a nuestro alcance, a ese vecino al que hemos deseado desde siempre, a ese profesor que nos enamora desde la pizarra o a ese cura madurito del que hemos fantaseado con acabar de una vez por todas con su virginidad.

Dentro de nuestras cabezas, cada uno de esos cuerpos podría ser nuestro; cuerpos desnudos completamente a nuestra disposición.

Bien, habíamos dejado a nuestra víctima en calzoncillos, pero, como lo tenemos atado por las piernas, abiertas, no tenemos más remedio que despojarlos de ellos a tijeretazos. Es entonces cuando su polla queda liberada; los huevos flácidos, colgantes, reposando en el vacío y esperando que los estrujemos con la mano.

Podemos hacer lo que queramos, como mamársela o follarlo directamente. Y, por descontado, pretenderíamos que nuestra víctima tuviera una completa erección y que encima disfrutara. Pero esto no es más que una fantasía: nada de lo descrito es real, ni sería bueno que lo fuera.

1 comentario:

  1. Tanto trabajo y al final te asustaste. Bueno,una cosa es el morbo virtual y otra muy diferente ser sicópata sexual.

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