domingo, 13 de septiembre de 2009

La fiesta (2 de 3)

Me fijé especialmente en estos tres elementos, cuando el de la camiseta negra le metía mano al que iba semidesnudo. Empezaron así, como suele decirse, con las tonterías; pero luego el de blanco le quitó el pantalón y el joven quedó tendido sobre el césped con su enorme polla apuntando hacia el cielo.





Se iban turnando a la hora de mamársela; pero fue el de negro quien tomó la iniciativa de empezar a meterle la pipa por el culo en un juego sin fin: primero la chupaba bastante, se la metía por el ojete y la movía hacia dentro y fuera sin llegar a liberarla por completo; al rato la sacaba, la olía y la rechupeteaba con gusto para volver a  empezar a otra vez 

No sé cuánto tiempo estuvieron los dos gordos mamándolo y sodomizándolo con sus respectivas pipas. Cómo les gustaba saborear el instrumento de fumar mientras esperaban su turno. Hasta que el de negro no lo pudo soportar más, se bajó el pantalón y se la clavó sin miramientos. Era una bestia, un animal autómata, nacido para follar. Se aprovechaba de aquella víctima que en realidad disfrutaba mientras era salvajemente porculizada sobre el césped.

Yo hacía un buen rato que me estaba restregando la mano por el paquete y el de la camiseta blanca empezó a hacerme gestos. Me invitaba a unirme a la fiesta. Se apuntaba con el dedo la bragueta abierta. Quería que le chupara su polla de viejo cerdo y cachondo.


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