martes, 15 de septiembre de 2009

La fiesta (3 de 3)

Las mangueras no daban a basto para provocar una lluvia constante. Hacía un calor insoportable que invitaba a quitarse la ropa, a disfrutar de la desnudez, a compartir la sensualidad de los cuerpos desnudos.

Las parejas improvisadas se derramaban la bebida de los vasos sobre los torsos para luego lamerlos. Hasta vi a un grupo de alegres exaltados llevarse a un policía tras una esquina. No tardaron ni cinco segundos en despojarle del uniforme. Mientras unos se sirvieron directamente de su polla, de su culo, de su boca sedienta del alterne de las lenguas anónimas, otros, cual trofeos de guerra, se entretenían oliendo sus calzoncillos blancos, poniéndose la camisa y simulando que se sodomizaban unos a otros con la gran porra negra.














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