Aquel tío se había dejado a su mujer en la toalla para venir a acecharme al borde de la piscina. Lo malo no era que la mujer estuviera de cuerpo presente, sino que estábamos en una piscina pública, con niños, abuelos y, lo peor, miembros acérrimos del Foro de la Familia; y a ver qué pretendía aquel tipo que hiciéramos allí.
Nadé hacia el borde del agua. Me sentía como Ulises siendo atraído por las sirenas, esta vez en forma de piernas colgantes, peludas y mojadas, que me llamaban. Erguí mi cuerpo dentro del agua y me apoyé en el muro dándole la espalda a mi admirador. Escuché su profunda respiración y me gustó imaginar a aquella mole en el sueño nocturno, roncando como un auténtico cerdo. Los hombres que roncan me recuerdan a mi padre.
"Uf, qué calor hace, ¿verdad?", escuché que decía tras de mí. Sólo acerté a decir un "vaya..." y a continuación se hizo el silencio, en forma de hueco incómodo que urgía rellenar como fuera. Así que le espeté: "Si tienes tanto calor, ¿por qué no te mojas?". El otro, sin mediar palabra, abandonó su posición sedente para zambullirse en el agua. Al instante resurgió su cuerpo completamente chorreando. Con las manos trató de retirarse la cortina de humedad que se le escurría desde la calva. Fue ver aquellos triceps enormes, rematados con unos sobacos bien peludos, y ponérseme dura a reventar.
Mi pie buscó su pierna bajo el agua y mis dedos ascendieron piel arriba, con premeditaba lentitud, peinando aquel vello tan suave que se dejaba someter por mis caricias. Con la barbilla apoyada en mis brazos entrelazados no dejaba de observarlo y así traté de ofrecer mi mirada más puta antes de decirle, casi en un susurro: "Pues yo sigo teniendo calor, mucho calor." Y el otro se mordía el labio, respondiéndome con una miraba con la que parecía querer devorarme. El deseo se asomaba claramente a sus ojos, pero no se atrevió a decirme nada. "¿No me crees?", añadí. "Siento que el cuerpo me arde..."
Mi admirador estaba visiblemente nervioso, incluso bufó un tanto desesperado. Fue él quien se apoyó esta vez en el muro, de espaldas, pero muy cerca de mí. Su mano buscó mi entrepierna; se mostraba un poco torpe cuando empezó a acariciarme la zona interior de los muslos, hasta que subiendo por el pernil del bañador me agarró la polla. Mi corazón se aceleraba por momentos. Qué morbo estar siendo magreado por aquel pedazo de maduro, allí, delante de todos.
El tío mantenía la miraba al frente, disimulando, pero yo no podía dejar de mirar sus ojos mientras buscaba su verga bajo el agua. Cuando se la aferré con mi mano dejó escapar un leve gemido, casi imperceptible, pero que me puso a tope, desatado, casi violento en la forma en que le pelaba la polla.
Nuestras manos hacían su trabajo con la complicidad insuficiente del manto de agua que las cubría. "Dame fuerte", susurraba. "Dame fuerte, cabrón, que quiero correrme pronto." Y al poco tiempo escuché aquel "aaaagh" largo, casi doloroso, que me avisaba de que ya se había ido. En ese momento, el muy hijo de puta quiso dejar de masturbarme, así que tuve que retener su mano para garantizarme que seguiría allí hasta que me corriera.
Y ese instante llegó, sintiendo cómo un gran chorro de lefa abandonaba mi polla, corriéndome a gusto mientras pensaba que quizá mi semen permanecería allí, viscoso, flotando en las aguas, y hasta quién sabe si podría ser bebido por cualquier tío que nadase un poco distraído, con la boca abierta.
Hum... soy un cerdaco sin remedio.